Editorial – La parábola del Olimpo

El monte Olimpo, que significa “el luminoso”, es el más alto de Grecia y el segundo de los Balcanes con 2,917 metros de altitud. Para la mitología griega, este era el hogar del panteón de 14 dioses presididos por Zeus.

Una renovada fascinación mitológica se esparce como incienso en los espíritus dominicanos más iluminados. Los profetas de “la institucionalidad y justicia” anuncian, con voz estentórea, la exaltación del panteón constitucional dominicano, con la llegada de Zeus y su esposa, la diosa Hera, de las remotas tierras del río Indo. Trece dioses escogidos por Zeus serán ungidos con su portentosa gracia para habitar en las alturas, más allá de la suprema justicia y del claro cielo insular.

La impaciencia consume la vida de los mortales que serán elevados a la imperecedera condición de dioses. Solo serán consultados tres viejos sabios para susurrar a Zeus los nombres de los llamados. Para ello, el dios irrumpirá súbitamente a sus hogares. El primero, que habita en la plácida villa de Gazcue, casi frente al mar, empuña en sus manos nueve nombres del color de la vid; a cambio, Zeus le regala la estrella de David; el segundo, que habita en la torre verde del dios Mercurio, altar de poderosos, tiene en sus manos dos; y el tercero, que llegó remotamente de los viejos altares de Roma, pero que hoy trashuma sigilosamente según el viento de las sutiles conveniencias, endosa la lista del segundo y propone dos más. Los nombres son recogidos por Zeus y llevados ante la diosa Temis, quien asiente los del tercero, como siempre, y objeta los del segundo; cuando ve los nombres del primero, enmudece de pavor para no provocar la ira de Zeus.

Una ceremonia grandilocuente será vista por toda la nación para “escoger” los nombres de los elegidos. En ella se llamarán a tontos útiles quienes tendrán que conformarse con conocer a Zeus, porque servirán solo de reparto a una comedia de pan y circo. Después de la sacralización de los 13, un nuevo Olimpo será el soberano estrado donde, en nombre de la palabra constitucionalmente revelada, se impartirá la perfecta y eterna justicia: la de Zeus. Ninguno de ellos tendrá precio que pagar porque el dios Zeus, a los nueve del primer sabio, les confiará un secreto que el solemne silencio del poder olímpico ahogará en la hondura de sus eternas conciencias.

La espera de justicia se suspende… los desamparados buscarán cobijos de las exacciones de los poderosos, que serán contenidas por los 13 dioses. Al final de los siglos, el imperio de la justicia se asentará y seremos por fin felices. Cielo nuevo y tierra nueva, como describe Juan en El Apocalipsis. Los dioses nos dirán lo que sirve y no sirve, lo que es bueno o malo, lo que es real o ilusorio… lo que es y no es. La suprema justicia terrena, imperfecta y corrompida, será callada por los dioses y sometida a sus altos designios.

No sabemos si Zeus se irá a otros montes; eso lo sabrán los nueve dioses del primer sabio. Si decide irse, entonces dejará a los tres viejos sabios a la tutela de los dioses.

El que tiene oídos para oír, que escuche.

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