Seamos honestos: tuvimos una reforma judicial trascendente. Los avances cualitativos son obvios. Negarlos es insensato.
Se ha hecho lo 贸ptimamente posible para hacer de la administraci贸n de justicia un ejercicio p煤blico digno. Nunca ser谩 comparable lo que simulaba ser el Poder Judicial de otrora con lo que tenemos hoy. Ha habido valoraciones injustas sobre los alcances y logros de la reforma. Pero, qui茅rase o no, las condiciones tribales de organizaci贸n y operaci贸n del aparato judicial antes de la actual Suprema Corte de Justicia nunca podr谩n acreditar mayores m茅ritos que los que ha acumulado en estos casi tres lustros el nuevo Poder Judicial. Y nos ha costado mucho.
Pero como todo se desgasta, es imperativo admitir que la administraci贸n de justicia pierde m铆stica. Hoy es un Poder cansado. La reforma entra en franca diluci贸n.
Los cambios constitucionales han creado una sensaci贸n de desbandada en el 谩mbito judicial. La incertidumbre que crea la nueva configuraci贸n del Poder Judicial -sometido a un suprapoder como el Tribunal Constitucional- ha suscitado ansiedades dentro de la Justicia. Existe la aprehensi贸n, en ciertos actores, de que el proceso de selecci贸n de los nuevos miembros de esa alta jurisdicci贸n como los de la Suprema Corte de Justicia se contamine pol铆ticamente y que las leg铆timas perspectivas de promoci贸n o movilidad se evaporen.
En confesiones de intimidad algunos excelentes magistrados nos han revelado que si no se operan cambios relevantes abandonar谩n la investidura, sobre todo si los seleccionados para integrar estos tribunales superiores acusan menos formaci贸n y aptitudes que ellos. En otros, la idea de que sus superiores est茅n concentrados en preservar su propia permanencia, les provoca a corromperse. De hecho, hay jueces que cobran sus sentencias de forma descarada y esa tendencia ya tiene tama帽o estad铆stico.
El entusiasmo de un Tribunal Constitucional omnisciente, omnipresente y omnipotente ha puesto a delirar a muchos, creyendo que esta jurisdicci贸n fortalecer谩 la institucionalidad de los poderes p煤blicos. Eso es teor铆a. La realidad es que estamos frente a un leviat谩n de peligrosidad insospechada, por ser un ente de control pol铆tico, en un pa铆s donde la separaci贸n de los poderes es poes铆a constitucional. Y lo peor es la sensitiva coyuntura en que se produce la elecci贸n de sus integrantes.
No descuidemos la Justicia; lo logrado se est谩 debilitando y hay peligro de que se derrumben las columnas que han sostenido una reforma importante. Precisamos de una Suprema Corte de Justicia ya no de transici贸n sino de consolidaci贸n de un Poder Judicial vigoroso e independiente. No juguemos con eso.
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