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NEGOCIACION Y MEDIACION - Conflicto, litigio y violencia: distinciones (2 de 2)
 

Nelson Espinal BaezNelson Espinal Báez
Associate
MIT- Harvard Public Disputes Program Harvard Law School
nespinal@cic-team.com





El mes pasado analizamos brevemente el tema del conflicto y sus diferencias con el litigio, así como las fuentes científicas de este paradigma, denominadas las “ciencias de la complejidad”, que procura una colaboración entre las ciencias “duras” y las ciencias sociales, afirmando con toda propiedad que los sistemas complejos, como los seres vivos, el cerebro, los sistemas sociales, no se agotan ni se abarcan desde una sola disciplina tradicional, sino que para su estudio se requiere del conocimiento y las técnicas de varias disciplinas. En ese orden, nos concentramos esta vez en el tema de la violencia.

Es un tema más doloroso y escabroso. A diario, nuestros periódicos destacan en primera plana titulares relativos a la violencia sin resolver que nos dejan perplejos y al parecer impotentes ante la multiplicidad, la variedad y las características de los mismos. Sabemos que no es un asunto nuevo, ni mucho menos exclusivo de nuestros tiempos. Ha existido violencia desde el origen mismo de la historia de la humanidad, sobre todo en las antiguas civilizaciones, bajo la forma colectiva de una guerra con participación de uno o más gobiernos, en las calles, en los tribunales y en la familia. Como consecuencia, se acumulan daños visibles en el ámbito material como en términos morales y espirituales.

De repente en un conflicto violento hay un cese al fuego, se firma el armisticio. Se inicia la tregua, se redacta y firma el acuerdo, Habemus Consensus”, generando un suspiro de alivio. Pero la palabra paz se utiliza con tanta ingenuidad, que se confunde con la ausencia de violencia visible y no se comprende que el trabajo de hacer y construir la paz, está a punto de comenzar justo cuando se firma el tratado de paz.

Según Johan Galtung(1), “es el fracaso en la transformación del conflicto lo que lleva a la violencia”. Pero además, el conflicto moviliza una reserva de energía que puede ser utilizada para fines constructivos, no sólo destructivos.

La violencia es siempre un ejercicio de la fuerza que se pone de manifiesto en cualquier esfera de nuestra vida: en lo cultural, lo económico, lo político, lo social y lo personal. Esto no quiere decir que toda fuerza sea violenta, ni que toda fuerza genere violencia, pero sí que todo acto expreso de violencia implica el uso de la fuerza. No nos referimos sólo a una forma de “hacer”, sino también de “no dejar hacer”, de negar potencialidad o capacidad. La violencia representa la forma más burda y primitiva de agresión y auto agresión.

MAPA DE FORMACIÓN DE LA VIOLENCIA

La primera tarea para abordar el tema de raíz es trazar un mapa de la formación de la violencia, las partes implicadas, los objetivos, los enfrentamientos y los temas de fondo. Hablemos de su interpretación:
Trazar el plano de formación de la violencia es el método para intentar comprender mejor cómo ha seguido su curso. De acuerdo a Johan Galtung (2), para empezar a trazar el mapa de la violencia puede ser útil el siguiente cuadro:

cuadro violencia

La violencia directa, física o verbal, es visible en forma de conductas. Pero la acción humana no nace de la nada; tiene raíces. Se indican dos: una cultura de la violencia y una estructura que en sí misma es violenta por ser demasiado represiva, explotadora, excluyente y/o autoritaria.

La violencia cultural y estructural causan violencia directa, utilizando como instrumentos actores violentos que se rebelan contra la estructuras y emplean la cultura para legitimar su uso de la violencia.

La violencia cultural es la suma total de todos los mitos de gloria, traumas, machismos, intolerancias y prejuicios, que sirven para justificar la violencia directa. La violencia estructural es la suma total de todos los choques incrustados en las estructuras sociales, judiciales, políticas y comunicativas, solidificadas de tal forma que los resultados injustos, desiguales, son casi inmutables.

Este triángulo fue ejemplificado conceptual y visualmente por el párroco de Capotillo, barrio de Santo Domingo, el padre Fermín, cuando declaró en el año 2000 en el periódico El Caribe: “Si usted se pone a ver, la violencia no está sólo con la policía ni con los jóvenes (violencia directa), sino que la violencia hay que buscarla casi desde el vientre de la madre. El papá que llega tarde y se bebe una botella de ron en vez de comprar una botella de leche (violencia cultural)... El muchacho que no va a la escuela, porque en Capotillo no hay escuela (violencia estructural). Uno se mete por esas cañadas y eso es infrahumano... Todo eso genera violencia”.

Para revertir este complejo círculo vicioso en círculo virtuoso, planteamos las siguientes observaciones:

Un primer error en la práctica de la resolución de conflictos es incluir sólo a las partes en un área de violencia limitada, confundiendo los síntomas con las causas, como si se quisiera analizar el hambre de una comunidad como “insuficiencia de ingestión de alimentos”, no como un problema socio-económico.

Un segundo error en la práctica es proveer a la historia del conflicto de un principio y un final, coincidiendo con unos intervalos limitados de violencia, desde la primera erupción violenta hasta el alto el fuego, todo esto se confunde con la paz.

Un tercer error es no comprender que el conflicto violento, por su naturaleza turbulenta, es un fenómeno caótico. Lo contrario del caos no es el control, sino el orden. Los tiranos se hacen con el control; los estadistas crean el orden.

Para dar cabida a unas reflexiones pertinentes, recomendamos unas acciones que no excluyan los factores causales:

Comprender que la violencia visible, directa, tiene sus raíces en la estructura y la cultura, y que es aquí donde se debe trabajar con vocación de permanencia para construir la paz o al menos la gobernabilidad. Hay que entender que esto toma tiempo e implica necesariamente políticas públicas de largo plazo, auto sostenibles, cuyo fundamento y objetivo es el ser humano.

Aceptar que la violencia directa (visible) tiene una prehistoria, una historia paralela y una poshistoria, en áreas e intervalos sin límites. Entender que la violencia directa es el efecto, es el síntoma, la consecuencia, no necesariamente la causa. Aunque, como tal, suele ser generadora de más violencia, por el mimetismo social y efecto viral.

Comprender que lo permanente de la naturaleza sociocultural es difícil de ver porque no ofrece contraste y el acontecimiento violento es difícil de aprehender, por ser demasiado repentino.

En consecuencia, es sensible e inteligente contrastar y confrontar las estructuras y culturas que permanecen en el tiempo y en el espacio, entendiendo que la violencia puede ser expresión de desesperación y frustración ante la permanencia de estructuras, culturas e ideologías profundamente injustas, más que una acción calculada e instrumental.
__________
(1) GALTUNG, Johan, After Violence: 3R, Reconstrution, Reconciliation, Resolution, Coping with Visible and Invisible Effects of War and Violence, Bakeaz, 1998.
(2) Idem.

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