Mariano es un hombre auténtico. Dice lo que piensa sin cuidar mucho las formas. Es franco, natural y jovial.
Cuando fue elegido presidente de la Suprema Corte de Justicia presentí que la época de las relaciones públicas agotaría sus últimas cuentas y que los presupuestos publicitarios serían cortados. No me equivoqué.
Este hombre, de probada sencillez, es huidizo, alérgico a la exposición pública y muy, pero muy austero. Le he oído decir, en más de una ocasión, que su esposa administra su bolsillo. Recientemente hizo un viaje a Chile y llevó solo 300 dólares para solventar los gastos de una semana; regresó con 250. En estos tiempos de frívolos hábitos de consumo eso es virtuoso.
Hace algunas semanas, Mariano convocó a gente de la comunidad profesional para escucharlos. Lo hizo a su proverbial manera, sin plan ni agenda. Quería saber lo que pensaban del Poder Judicial. Con un Paper Mate barato anotó en una libreta todas las críticas desenvainadas. Escuchó atenta y pacientemente. Todos hablaron, aun más de lo debido. Luego le tocó su turno, el último, pero el más relevante. Habló como es: llano, directo y sincero. Mientras lo hacía, pensé que ese hombre, de prestigio consumado, merecía ser escuchado. Sus palabras, cautelosamente medidas, transmitían preocupación e impotencia. Descubrimos tardíamente que estábamos allí porque Mariano, sin decirlo, necesitaba ayuda. Vi el sonrojo de un hombre que pide por dignidad. Las carencias del Poder Judicial sobrepujan el coraje y el buen deseo de grandes voluntades.
La conclusión implícita y recogida de todos fue que el Poder Judicial sin dinero no irá a ningún lado. Quien no conoce las demandas y presiones interiores de este órgano público pierde moral para enjuiciar muchas de sus actuaciones. El pudor de Mariano le frena proferir un grito desesperado, a la altura del cielo. Con las estrecheces financieras del Poder Judicial lo menos que pueden hacer sus magistrados es un paro nacional.
Dejémonos de teoría, una Justicia sin dignidad económica no hace justicia. El irracional desbalance en las políticas presupuestarias de la nación es una distorsión que reclama urgente reparo. ¿Cómo es posible que el Poder Judicial reciba menos ingresos que otros órganos públicos? Es el momento para la Justicia. Esa lucha empieza ahora.
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