Una socorrida afirmación de los teóricos de siempre es que en el país existe una crisis de liderazgo.
Esa sentencia adquiere peso axiomático cuando se piensa en la disolución del PRD y la descomposición moral del PLD. Diariamente se lee o se escucha que el PLD controla autocráticamente todo y que esa situación constituye un peligro para la sostenibilidad democrática. ¡Pura basura! Eso no es así, lo que hay es una crisis de oportunidades.
La dinámica histórica ha prohijado un forzoso y excluyente bipartidismo que mantiene vigencia por la falta de voluntad o ausencia de quienes pueden subvertirlo. Está inequívocamente demostrado que para ganar unas elecciones no se precisa de erudición ni de genialidad, sino de dinero. Sé de más de cien amigos y conocidos que pueden ser más presidenciables que los que lo han sido; los sobrepujan en todo: capacidad, moral, visión y compromiso. ¿Qué les falta?: alguien que invierta en sus ideas y propuestas.
¿Qué pasó en El Salvador? Que los empresarios se empoderaron e invirtieron en un partido de ultraderecha como la Alianza Republicana Nacionalista -ARENA- (1989-2009) para sustentar la estabilidad necesaria a un clima de negocios amenazado por la beligerancia social de la posguerra. Hoy El Salvador, que era una nación paria, exhibe los mejores índices económicos en la convulsa región centroamericana. ¿Qué pasó en Chile? Que Augusto Pinochet le permitió al empresariado integrarse en el diseño, planificación y construcción de su modelo económico.
No endoso ideológicamente ninguna de las anteriores referencias ni constituyen los mejores ejemplos, solo las propongo para ilustrar lo que se puede lograr cuando la elite empresarial se inserta activamente en los procesos históricos, no para asestar golpes de estado ni para desestabilizar gobiernos populares, como sucedió durante décadas en América Latina, sino para encausar concertaciones de poder. A la postre, se trata de preservar la integridad de sus inversiones porque un cuadro de iniquidad social como el que vive el país en el presente es una bomba de tiempo ya activada.
Le lanzo un reto a don José Luis Corripio Estrada, empresario de conexión solidaria, sentido de nación y responsabilidad corporativa: aliente entre su sector la idea de crear una academia de alta formación para líderes integrales que pueda aportar los presidenciables del mañana.
Si el empresariado promueve una agenda país para los próximos diez años, articulada multisectorialmente a través de procesos consultivos creativos e inclusivos y las organizaciones sociales la asumen como suyas, solo faltará un nuevo liderazgo, empresarialmente respaldado, que desde el poder la impulse.
El díscolo derrotero de la nación precisa la intervención de un empresariado conciente que se involucre más allá de los clásicos apoyos financieros a las mociones tradicionales. Ese modelo político atrofiado, disoluto y degradado agotó hace tiempo su capacidad de autorrenovación. Urge abrirle surcos a otra generación infundida de nuevas visiones, que desgaje las ataduras a un pasado-presente que nos roba cada día oportunidades de futuro.
Mi franca apelación a don José Luis Corripio Estrada no es figurada ni ilusa. Es tan real como el trance que vivimos y tan ineludible como los retos que nos aguardan. El país ha retribuido bondadosamente sus desvelos y entrega; aceptar este emplazamiento ciudadano es la oportunidad para coronar su fecunda carrera de servicio y legar una obra de imperecedera presencia.
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