La normalización de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba nos alegra, pero también debe movernos a maduras reflexiones autocríticas.
La República Dominicana ha sido líder en el Caribe. Tenemos, en tamaño, crecimiento e integración, una economía de obligada referencia en la región. Mantenemos el primer lugar como destino turístico y país receptor de inversión extranjera. Esa privilegiada posición se ha sostenido, por omisión, gracias al aislamiento de Cuba, la isla con mayores potencialidades del Caribe.
El desmonte del bloqueo económico por parte de la Administración Obama ha sido una decisión certera, justa y sensata. Sin embargo, debe ser interpretada como un reto para el país. Competimos con Cuba en todo: turismo, servicios, rubros agrícolas, oferta cultural e histórica y hasta en afición beisbolera, con la diferencia de que Cuba tiene sistemas educativo y de salud paradigmáticos en América Latina, un ambiente óptimo de seguridad ciudadana, niveles controlados de corrupción pública y de violencia, pero sobre todo áreas vírgenes de inversión y la disciplina de un pueblo curtido en las carencias. Esas condiciones contrastan con la de un país, como la República Dominicana, que ha experimentado, en los últimos veinte años, regresiones sensibles en áreas críticas del desarrollo humano de su población, en institucionalidad, desigualdad social y seguridad jurídica.
A pesar de que el proceso de reconciliación tomará tiempo para vencer históricos escollos, existen ya entusiastas expectativas de ambos lados para acelerar su marcha y profundizarlo.
Cuba puede ser nuestra mayor amenaza competitiva. Su salto promete ser alto y rápido. Debemos preparar nuestra ofensiva en un mercado de muchas oportunidades y simetrías. Ojalá que la nación de Martí no nos sirva como parámetro en el futuro de lo que pudimos haber hecho y no hicimos en tiempo oportuno. Es tiempo de revisar modelos, políticas públicas, mecanismos de integración del capital al desarrollo y tomar conciencia colectiva de que una sociedad con diferencias tan acentuadas no sustenta ningún plan de futuro.
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