Una de las conquistas ciudadanas mas señeras ha sido la del 4 % del producto interno bruto (PIB) para la educación.
El Ministerio de Educación maneja la mayor cantidad de recursos entre todas las dependencias del Estado. El logro todavía se celebra. Ahora la cuestión es saber cómo invertir racional y eficientemente estos fondos.
El Gobierno exhibe, como su política pública más revolucionaria, la construcción masiva de escuelas en todo el territorio nacional y, a través de este programa, ensaya un modelo de desconcentración de las contrataciones públicas que le ha abierto la posibilidad a pequeñas firmas constructoras de acceder y participar en las oportunidades del Estado. Nos preocupa saber que la oferta de planteles no se corresponde con la reforma de un ordenamiento educativo anacrónico y disfuncional. El programa de tandas extendidas, por ejemplo, ha revelado las debilidades operativas del sistema. No existe una estructura adecuada de planificación, gestión y supervisión ni un contenido curricular vinculado a resultados estratégicos.
La capacitación docente es otro tema de atención profunda. La preparación de nuestros maestros es deficitaria. Conocemos casos de educadores que enseñan idiomas que nunca han estudiado. Sería frustratorio que la inversión en educación sea absorbida por los costos operativos y que la formación padezca las desatenciones financieras de siempre. De ahí que la política presupuestaria del ministerio debe estar coordinada con una planificación integral de sus programas para que la asignación de recursos sea racional y equilibrada. Otro punto crítico es la supervisión escolar. Recordamos que en la tiranía de Trujillo la entonces Secretaría de Educación contaba con una red de inspectoría exigente, celosa y eficiente. Con la politización del sistema educativo, esa gestión fue decayendo a niveles pasmosos.
La sociedad debe ser guardiana de la administración de los recursos del Ministerio de Educación. Hay mucha gente ansiosa con estos fondos. Nuestro imperturbable celo evitará que esa inversión social se traduzca en una fuente de negocios políticos. ¡Ojo!
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