Los sensores sociales son unos dispositivos que sirven para detectar oportunidades de opinión pública o convertir agendas e intereses particulares en políticas oficiales.
Los hay en diferentes tamaños, aplicaciones, precio y sistemas operativos. Independientemente de sus capacidades, variedad de aplicaciones y modelos, los sensores sociales responden a un mismo patrón tecnológico basado en un conjunto intangible de datos y programas (software) y en unos dispositivos físicos (hardware).
El hardware consiste básicamente en un armazón jurídico conocido como “fundación” o “asociación sin fines de lucro”, cuyos componentes son de fácil acceso y bajo costo. La licencia para la homologación de estos equipos la otorga la Procuraduría General de la República, según la Norma de Calidad No. 122-05, antigua 520.
El software es lo que marca la diferencia entre las limitadas ofertas. Las más caras disponen de programas, aplicaciones, capacidades y soluciones más sofisticadas.
La marca líder en el mercado de las “fundaciones” cuenta con una insuperable capacidad de interconexión con los circuitos troncales del poder político a través de interfaces clericales y potentes software de aplicación, entre los que se destacan: a) simulador inteligente para reconocer virus que afectan al sector público y minimizar los empresariales; b) programa de rápida y automática penetración en los espacios públicos; c) programa de control de todas las agendas regulatorias públicas y privadas; d) programa de detección y bloqueo de proyectos que afectan el rendimiento de los negocios financieros. Como se advierte, estas aplicaciones son útiles para banqueros, empresarios y lobistas. Su precio cuenta con tarifas individuales y corporativas y un plan ejecutivo de financiamiento en un banco muy popular.
Existen otros sensores adaptados a necesidades más masivas, por eso su software es de fácil instalación en PC. Sus aplicaciones están más basadas en el monitoreo político y social que empresarial. Su servidor central cuenta con una alta capacidad de almacenamiento de data y tiene conexión con todas las redes ciudadanas y políticas trasmitiendo y recibiendo señales. Sus programas de aplicación más prácticos y útiles son: a) monitor selectivo de la corrupción pública; b) potenciador que eleva la capacidad de sus lecturas virtuales de la realidad política; c) programa de enrutamiento de sus percepciones a redes internacionales de autenticación, especialmente americanas; d) software de comando, señalización y de interconexión con redes y circuitos de “acción viral”.
Se ha popularizado entre la juventud de clase media unos equipos terminales móviles enlazados a través de microondas a ordenadores y redes centrales de monitoreo social programados y administrados por la fundación anterior. Son básicamente receptores de comandos para la “acción viral”. Su mayor problema es que, al estar enlazados a través de microondas y no de fibra óptica, las condiciones del medioambiente político afectan su accionar haciéndolos muy vulnerables a las interceptaciones.
Finalmente, existen ofertas baratas y de muy baja calidad de sensores. Son fundaciones diseñadas con tecnología y equipos chinos. Disponen de dos aplicaciones básicas: a) un reproductor de los datos manejados por los demás sensores; b) y un programa de inserción en los medios a través de canales periodísticos baratos y desechables. Sirven para tener presencia y exposición públicas, no importa el motivo, y derivar con ello vigencia y negocios políticos. Sus proveedores no dan garantías ni tienen distribuidores ni representantes, más que sus pequeñas centrales.
Esta generación de sensores sociales integra la llamada “sociedad civil”, conformada por una oferta oligopólica que controla una representación social más arrogada que delegada en nombre del colectivo de analfabetas digitales que no entendió este editorial.
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