No quiero aguar la fiesta. Existen razones para celebrar la revisión del contrato con la Barrick Gold, pero eso no es suficiente.
Me da risa y pena cómo un pueblo es llevado de aquí para allá hasta arrancarle alucinaciones del vértigo ¿Qué celebramos? Lo que dignamente pudimos evitar. Tuvimos inmejorables oportunidades para una negociación justa y paritaria al momento de consentir la enmienda del 2009 que puso las cosas de un solo lado. Pero, como siempre, la inflexión política y el servilismo congresual, que piensa y lee con la mano, la levantaba mecánicamente para aprobar todo lo que venía del Ejecutivo. Muchos de esos legisladores, que neciamente suscribieron algo sin leer, sacaron después garras de cera para, en nombre de un patriotismo fachoso, conjurar a la empresa extranjera hasta exigir su nacionalización. Actuaron como el perro realengo que ladra cuando la amenaza se va ¡Qué vergüenza!
La misma vergüenza sin sonrojo de un Leonel Fernández que sabía más que nadie lo que entregaba, para luego, como expresidente, apoyar los esfuerzos del gobierno en una cruzada elevada al pódium del patriotismo más eminente. Poca cosa se podía esperar de un Ejecutivo enamorado de su ego, por cuyo tributo perdió virginidad para dar todo a cambio de lisonjas y otras cosas que, por “ciega” evidencia, huelga decir. Hoy recorre el mundo coleccionando honoris causa para deslumbrar a una jungla insular de adocenados que, como habitantes de un mundo de ciegos, rinde adoración al tuerto.
Lamento no sumarme a esta fiesta de chivos. No celebro salir con vida después de un accidente causado por mi propia borrachera. Más que tirar petardos de alegría debemos convocar al silencio reflexivo para sacar conclusiones serias de este amargo proceso.
Ahórrense las emotivas felicitaciones, que, más que gozo, siento vergüenza. ¿O acaso hemos perdido el tino para no darnos cuenta que nos estamos defendiendo de nuestros propios representantes? ¿Son aliados o enemigos?
Después de esta celebración se desplegarán las carpas del circo donde los payasos de siempre llevarán a Danilo Medina al panteón nacional. Y no dudemos que su show incluya un coro de zalameros, quienes en nombre de un patriotismo de cartón cantarán salmos reeleccionistas.
Lamento no estar, pero el precio de esa fiesta es muy alto; lo pagaría si el motivo lo superara, pero esta vez, como otras tantas, mi dignidad no vale todo el oro de la Barrick. Prefiero seguir llevando el mote de rosca izquierda que bailar como un tonto en una fiesta de monos. De todas formas, muchas gracias.
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