Vivir en una sociedad insegura, avasallada y temerosa provoca frustraciones.
Una de ellas es tener que acomodarse a la dejadez, renunciar a la franqueza, perder la espontaneidad, tragar el encono, disimular la risa, medir los pasos y calcular los juicios.
La convivencia normal supone aceptar lo que nos impongan, masticar las palabras, repicar las sandeces, consentir los agravios, rumiar los vómitos, disfrutar las vejaciones, adular al mediocre, respetar al desvergonzado, alabar al taimado y pedirle al que te roba.
No puedes disentir de los poderosos, ni irreverenciar sus símbolos, ni desmitificar a sus dioses, ni mucho menos cagarte en sus profanos altares. De hacerlo, te excluyen, te estigmatizan, te aíslan, te estereotipan, te “pepeachean”, te joden.
Te condenan a glorificar al patán, a llamarle “empresario” al trepador, exitoso al lavador, patriota al racista, honorable al funcionario, y a persignarte ante el fariseo que desde las catedrales habla de pobreza tapando sus narices a los arrabales; que pontifica diálogo en nombre de la intolerancia y defiende la democracia desde sus inmutables posiciones.
Si fuera valiente me orinara en el PRD, le hiciera musarañas impúdicas al Tribunal Constitucional, soltara un pedo en la Asamblea Nacional, le sacara la lengua a Leonel, le mostrara mis nalgas a Miguel, le voceara loco a Hipólito, le bostezara al cardenal, eructara en el Comité Político del PLD, me limpiara los dientes con el reformismo, le abanicara mis dedos (del meñique al pulgar) a don Félix, Díaz Rúa y al resto de la corporación, escupiera a los transportistas, tirara un coñazo en el CONEP, me amanerara frente a Danilo, le guiñara un ojo a Margarita, descargara mis flemas en los únicos dos contratistas del país, le contorsionara la pelvis a Martelly, abucheara al CARICOM y bendijera a Palito de Cocó.
Pero, ¡qué va!, por desgracia e indeseado accidente de la vida, soy dominicano, condición que me obliga a recogerme en la aburrida hipocresía del conformismo y a dejar esas ociosas pendejadas para el baño, mágico momento de plena libertad.
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