Los finales de años siempre nos llevan a pasar revista de todo lo que nos ha sucedido en el derrotero de los meses y los días, en un proceso que, como los trenes, nos guía al final de la vía ferroviaria con el consiguiente balance positivo o negativo de los resultados obtenidos. No podemos negar que el 2014 no es ajeno a esta recapitulación pero, a nuestro entender, los resultados no han sido tan halagüeños como quisiéramos.
El país ha sido testigo de sucesos que concitan inquietud y son motivo de reflexión. Uno de estos fue el caso del suceso del Banco Peravia, en que, por la falta de vigilancia institucional de la Autoridad Monetaria y Financiera, una parte de la población volvió a vivir la angustiante inquietud de ver sus ahorros en peligro. Pero hay más: aún no salimos del asombro y la incredulidad ante el escándalo de la Dirección Central Antinarcóticos (DICAN). El problema de la migración ilegal haitiana ya se ha convertido en endémico, sin visos mediatos de solución. La situación de inseguridad ciudadana nos lleva a pensar que nos estamos retrotrayendo a la época supuestamente superada de Concho Primo, contemporánea de nuestros tatarabuelos.
Nuestro mejor deseo para este fin de año es que entre todos busquemos la linterna de Diógenes para que en el 2015 podamos tratar de lograr el camino de la tranquilidad social y familiar, la comprensión y el respeto mutuo que todos los dominicanos nos merecemos.
¡Feliz 2015!
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